El Hombre De Londres

El Hombre De Londres

Author:Georges Simenon
Language: es
Format: mobi
Tags: Negra, Novela
Published: 2010-08-03T23:00:00+00:00


6

—¡Olga! ¡Llévele enseguida el desayuno a Miss Mitchel!

Cuando pasó la camarera con la bandeja, la hotelera la detuvo con un ademán e hizo un rápido repaso.

—¡Añada dos tostadas y una nuez de mantequilla!

El reloj que había encima de la barra de caoba marcaba las nueve y media, pero a nadie le preocupaba qué hora era. El Hotel de Newhaven vivía horas excepcionales.

El viejo Mitchel, que había regresado a las cinco de la mañana, ya se había levantado. Se le oía ir y venir por el cuarto de baño, y el mozo de planta aseguraba que estaba haciendo gimnasia.

El inspector Molisson, por su parte, había pasado toda la noche fuera. La hotelera estaba en su despacho cuando volvió, muy tranquilo, como si fuera un hombre normal y corriente.

Déjeme dormir hasta las diez, y si me llaman o alguien quiere verme, no me moleste bajo ningún pretexto. Que me suban el desayuno a las diez.

Pero si sólo va a dormir dos horas...

—Es suficiente.

Molisson era muy amable y campechano, y sin embargo la hotelera no se atrevía a hacerle preguntas. El botones, que había llegado a las ocho y media, anunció que había gendarmes y policías por todas partes. Exageraba un poco, pero no tanto, pues todos los comerciantes, que estaban abriendo las persianas, habían hecho el mismo comentario.

Llovería durante todo el día. El mar, de un verde pérfido, se veía estriado de crestas blancas. A las nueve menos cuarto ya hubo una llamada para el inspector, pero la hotelera se mantuvo inflexible.

—No, señor. El señor Molisson me ha dado órdenes estrictas. A partir de las diez, si quiere... Germain murmuró al llegar:

—No sé si lo pillarán.

La hotelera se sorprendió por haber pensado aún en Mister Brown. Tal vez fuera porque le impresionaba el despliegue policial, o quizá la calma y la autoridad del inspector.

—¿Dónde se habrá escondido? —prosiguió Germain embutiéndose la chaqueta blanca que se ponía fuera de las horas de las comidas—. ¿Le parecía a usted un malhechor, señora Dupré? Cuando se tomaba el whisky, ponía una cara como triste y también cuando me pedía otro, sin decir nada, sólo con una mirada.

—¡Silencio!, que baja Mister Mitchel.



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